¡TROPIEZOS MILLONARIOS! Las escaleras de Layda: inauguración, ajuste de escena y abandono

9/22/20252 min read

Prometieron progreso, entregaron abandono. La narrativa oficial que acompañó la inauguración de las escaleras eléctricas y el elevador inclinado durante la gestión de Layda Sansores se vino abajo tan rápido como dejaron de funcionar: apenas “dos o tres meses” de servicio —según testimonios locales— bastaron para que ese “logro” terminar a convertido en un recordatorio doliente del mal gobierno. El gasto oficial: 80 millones de pesos. El resultado: piezas muertas y promesas quebradas.

El proyecto vivió desde antes del corte de listón un rechazo ciudadano que fue ignorado. Habitantes denunciaron que el cambio de drenaje y tubería —parte de la obra— había sido impopular y que aun así las autoridades impusieron la obra. “Cuando lo hicieron, lo hicieron a fuerza”, repitieron vecinos, hartos de decisiones verticales que no consideran la opinión vecinal. En enero de 2021, Sansores inauguró las escaleras; siete meses después reapareció para el corte de listón del elevador como invitada, ya sin la responsabilidad de la alcaldía porque había solicitado licencia para buscar la gubernatura que terminaría ganando. Todo un acto coreografiado: inauguras, sales de escena y dejas la obra a su suerte.

La operatividad de las máquinas fue un desastre técnico y administrativo: la cabina presentó una falla eléctrica que obligó a suspender el servicio —relacionada con el contacto de un animal con un transformador— y la PAOT verificó las quejas vecinales por el ruido estruendoso que el mecanismo generaba. Mientras tanto, la administración posterior informa que los equipos “llevan años” fuera de servicio y que hoy solamente se realizan estudios para evaluar si es viable reactivarlos. ¿Estudios para reactivar o estudios para maquillar la vergüenza?

La comparación con la Comuna 13, usada para justificar el proyecto, no resiste el escrutinio: las originales miden 130 metros y ofrecen doble sentido; las de Álvaro Obregón miden 58 metros y apenas una línea. Más que una réplica, fueron una parodia costosa. El relato final es humillante: autoridades que gastan 80 millones en una ocurrencia, vecinos que cargan con la molestia y la falta de accesibilidad, y una exalcaldesa que, entre inauguraciones y campañas, dejó atrás una obra que nunca cumplió su promesa. Si esto no es mala gestión, ¿qué lo es?