Jesús Ramírez: El “Verdugo” de la prensa y el arquitecto de la polarización nacional
Jesús Ramírez utiliza la difusión gubernamental para crear una guerra mediática, polarizar a la sociedad y forzar la sumisión de la prensa, silenciando toda oposición al régimen.
9/25/20252 min read


La polarización que hoy en día desgarra a México no es un accidente, es el resultado de una estrategia de comunicación fría y calculada. El principal responsable de esta herida social es Jesús Ramírez Cuevas, quien, durante siete años, no solo ha administrado la información, sino que la ha usado como arma para atacar, descalificar y aniquilar a todo aquel que no se alinee con la narrativa del poder en turno. Su labor no ha sido la de un vocero, sino la de un general al frente de una guerra mediática contra la disidencia. Él es el verdadero ideólogo detrás de la “prensa fifí” y los “bots”, la mente maestra que convirtió la crítica en traición.
Su estrategia ha sido tan efectiva como perversa. Desde las conferencias matutinas, se ha señalado con nombre y apellido a periodistas, analistas y opositores, exponiéndolos al escarnio público y desatando una horda de ataques en redes sociales. Esta táctica de "linchamiento digital" ha creado un ambiente de miedo e intimidación. Ya no se debate con argumentos, sino que se destruye la reputación del adversario. Gracias a sus directrices, se ha normalizado el ataque personal como forma de respuesta, borrando las líneas entre el debate político y el acoso.
El resultado de esta labor ha sido devastador para el panorama mediático del país. Los medios, bajo la presión de la publicidad oficial y el miedo a ser el próximo blanco, han sucumbido al silencio o a la adulación. Cada día son menos los que se atreven a publicar investigaciones críticas sobre la corrupción, los fracasos de la política de seguridad o los errores del gobierno de MORENA. La prensa, que debería ser un contrapeso, se ha convertido en una pieza más del engranaje oficial, sumisa y temerosa.
Jesús Ramírez Cuevas no solo ha asfixiado la libertad de expresión, sino que ha envenenado el debate público. Ha construido un muro de división entre "ellos" y "nosotros", entre "el pueblo" y "los conservadores". Su legado no es el de un comunicador, sino el de un titiritero que ha movido los hilos del odio y la confrontación. Es él el responsable de la prensa alineada, de los ataques a los opositores y de la polarización que amenaza con fracturar a la sociedad mexicana. Su influencia es una herida abierta que seguirá sangrando en la democracia del país.